Calderón: “Inmisericorde, cruel y sangriento”
20. noviembre, 2012 Álvaro Cepeda Neri
Aplauden a Calderón los empresarios que invirtieron poco, pagaron salarios de hambre y se embolsaron ganancias nunca vistas, porque en nuestro país no han estallado aun las crisis europeas y los indignados; palabra delicada frente a la de encabronados que están los mexicanos que padecieron el sexenio de Calderón. Huye al exilio con su fabulosa pensión de por vida, su escolta de militares y el botín de sus cómplices que, como Salinas, ordeñará para vivir, si bien escondido, viajando y dizque presidiendo una fundación (mientras diseña su museo o una escuela patito como la de Fox). Fue uno de los peores presidentes del montón. El segundo Victoriano Huerta por su militarismo golpista y su adicción alcohólica.
Se va protegido por Peña y los legisladores que deberían llevarlo a juicio político para responder de los 3 mil millones de pesos que excedió, y del dinero de los fideicomisos. Y deja un país en crisis que le estallará a Peña, a quien no se le ven cualidades para desactivarla. El pueblo, al que los exquisitos intelectuales orgánicos (que como moscas al excremento le revolotean) llaman sociedad civil –sin derechos y víctima del autoritarismo– sabe que Calderón sólo gobernó para las elites empresariales, las inversiones españolas, dejando ileso al Chapo Guzmán, narco protegido también por Fox; para Miguelito Alemán que le ha prometido más inversiones en su línea aérea, ya que Calderón lo benefició quebrando a Mexicana; y por apoyar a Televisa y Azcárraga quiso, y no pudo, acabar con el multimillonario número uno del mundo, Carlos Slim, porque éste es más poderoso.
“Desde que tengo uso de razón, el más inmisericorde, el más cruel presidente que hemos tenido, ha sido este señor, y el más sangriento. Ha hecho las cosas más crueles contra este país, nadie había causado con una acción como la que él decidió para enfrentar al crimen organizado, nadie en los años recientes, ningún presidente en este país había dejado la estela de muerte que dejó… El trato demostrado a los obreros ha sido inmisericorde” (Leopoldo Ramos, La Jornada, 12 de noviembre de 2012). Esta merecidísima crítica del obispo católico Raúl Vera López, en la capital de Coahuila, contra un Calderón que va a misa, se confiesa (y el cardenal Rivera le perdona sus pecados) y comulga, lo exhibe como un dos caras: de golpes de pecho y malvado, al que debe juzgársele penalmente, porque su guerra deja más de 100 mil homicidios que ni en los pueblos árabes sacudiéndose a sus Calderones.
El obispo Vera se ha distinguido por su defensa de los pobres y desvalidos. Y durante los 6 años calderonistas criticó los abusos del gobierno federal y de la entidad donde oficia su catolicismo. Calderón abusó del poder valiéndose de militares para amedrentar a los mexicanos ajenos a las delincuencias. Tras su ilegitimidad, se disfrazó de general de cinco estrellas (incluso a sus hijos los presentó con uniforme de soldados), para mantenerse al estilo de Pinochet. Sangriento, cruel y despiadado son imputaciones que le suscribe el pueblo, a quien hizo de la barbarie su mal gobierno antidemocrático.
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